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Testimonio de sobreviviente de Amy

Foto de Amy R.

“Escuchen siempre esa voz interior. Si sienten que algo no está bien, háganse chequear.”

—Amy R., Sobreviviente de cáncer de cuello uterino
Edad al momento del diagnóstico: 41

Tengo dos hijos, una nieta hermosa y un esposo maravilloso. Me encanta la música de todo tipo, pasar tiempo con mi familia, dar paseos largos conduciendo a cualquier parte y relajarme en la playa. Trabajo en servicios de transmisiones y estoy estudiando para obtener mi título universitario en Administración de Empresas.

Antes de recibir mi diagnóstico de cáncer, mi salud siempre estuvo muy bien. No tuve ningún problema grave y mi ciclo menstrual era normal. Luego, en noviembre del 2011 tuve un sangrado vaginal significativo por alrededor de una semana, seguido de ausencia total del periodo en el mes siguiente, lo cual no era normal para mí.

Si bien enero pareció ser un poco más normal, decidí programar una cita con una ginecóloga, ya que no había ido en los últimos dos años debido a que no tenía seguro médico. Nunca había tenido un resultado anormal en una prueba de Papanicoláu en toda mi vida. Imaginé que lo peor podrían ser quistes de ovario, con lo que había lidiado hacía muchos años.

Mi cita se programó para el Día de San Valentín en el 2012 y mi sangrado fue otra vez anormal en febrero. Trataba de callar mi voz interior —que me gritaba sin que se oyera— acerca de estar lista para escuchar algo horrible. Me decía que se trataba de cáncer. Me hicieron una prueba de Papanicoláu y el consultorio de mi médica fijó una fecha en marzo para que llamara a preguntar por mis resultados.

El 27 de febrero del 2012 tuve una mañana de lunes normal. Estaba en la cima deI mundo en la carrera de mis sueños, apresurándome para llegar a la oficina, como era usual, para estar lista y comenzar a trabajar a las 9:00 a. m. Ahí fue cuando mi vida cambió para siempre. Mi teléfono celular sonó. Era mi ginecóloga diciendo que tenía malas noticias. Dijo que tenía los resultados de mi prueba de Papanicoláu. Agregó que en este punto, por lo general, harían pruebas adicionales. Pero que esta vez no; necesitábamos una cita con un oncólogo lo más pronto posible. Dijo que yo tenía una forma agresiva de cáncer de cuello uterino, un adenocarcinoma, que en definitiva resultó ser cáncer de cuello uterino en estadio 1B1. (Nota del editor: El adenocarcinoma es un tipo de cáncer que se puede formar en las glándulas secretoras de mucosidad por todo el cuerpo. El cáncer de cuello uterino en estadio 1B1 indica que clínicamente el tumor parece estar confinado a los tejidos del cuello uterino y que tiene menos de 4 cm de diámetro.)

Después de esto, todo lo que dijo se volvió confuso en mi mente. Comencé a temblar y pensé para mis adentros: “¡¿Ella me acaba de decir que tengo cáncer?!”. Me puse peor cuando tuve que regresar a casa y darle la noticia a mi esposo, y luego a mis hijos. No pude decírselo a mi mamá y creo que mi esposo se lo dijo. Simplemente no podía romperle el corazón.

En un plazo de dos semanas estaba sentada en el consultorio de un oncólogo ginecológico hablando sobre un plan contra el cáncer. El plan incluía una histerectomía radical, tratamientos de quimioterapia semanales y radioterapia. No planificaba tener más hijos, pero la idea de que tomaran por mí una decisión tan importante —y sí que fue la decisión final— fue devastadora. Creo que entré en shock y quedé petrificada ante todo. Pasé a un modo de supervivencia.

Durante mi tratamiento, mi mundo se detuvo bruscamente y me vi forzada a quedarme en cama. Esto me dio tiempo para reflexionar sobre mi vida, las decisiones que tomé, las personas que amo y las cosas que más importan. Me propuse ser la mejor persona que pudiera, no conformarme con menos de lo que me hiciera feliz y sana, y amar a aquellos que amo, más que nunca. Durante este tiempo, descubrí que a fin de cuentas, todo lo que real y verdaderamente importa es el amor.

Aprendí a tratarme mejor. Escucho a mi cuerpo. Cuando estoy cansada, descanso. Cuando estoy triste, lloro. Cuando estoy feliz, río. Todavía sigo conociendo mi “nuevo” cuerpo. Algunas veces, funciona bien, otras no. Pero estoy viva y estoy bien, ¡y estoy rodeada por aquellos que más amo!

Después de mi diagnóstico, supe que necesitaba usar mi voz para ayudar a aumentar la concientización acerca del cáncer de cuello uterino. En el 2014, inicié la división de Hartford, en Connecticut, de la Coalición Nacional del Cáncer de Cuello Uterino, una organización maravillosa que brinda apoyo, información y educación a las mujeres y familias afectadas por el cáncer de cuello uterino y el VPH (virus del papiloma humano). Estoy en una misión para ayudar a ponerle fin a esta enfermedad que es detectable y prevenible.

Mujeres, por favor, no dejen que el seguro o el dinero sea un factor que impida que se hagan chequeos si sienten algo “anormal”. Hay fondos en su ciudad, localidad y estado para ayudarlas a pagar por servicios ginecológicos. Por favor, pongan su salud ante todo. Háganse las pruebas de Papanicoláu de manera regular, ya sean solas o junto con las pruebas del VPH, y escuchen siempre esa voz interior. Si sienten que algo no está bien, háganse chequear.

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